Consejos higiénicos para los jóvenes

Nunca tomes el camino recto,
ve siempre por el equivocado.
Los caminos rectos son aburridos, planos,
carecen de interés.
En cambio el camino equivocado quién sabe qué puede depararte.
La sorpresa siempre es mejor que la certeza.
Un camino con charcos embarrados,
taludes al abismo,
arroyos que cruzar saltando piedras
resbaladizas.
Ya sabes la maldicion china:
ojalá tengas una vida interesante.
El camino recto se anda con zapatos de charol
del brazo de una muchacha de buena familia,
con cinta en el pelo y rebequita rosa,
y muchas semanas no tiene sábado.
El camino recto engorda y es muy posible
que mueras de un ataque de almorranas.
O peor aún: durmiendo. Y que te pierdas
el momento cumbre de tu vida.

. . .
Traiciona tus ideales,
no son lo que parecen.
Tampoco parecen gran cosa,
la lista de grandes principios a que consagrar uno la vida
es limitada. Limitadísima.
Ser bueno y útil es algo difusamente incierto
¿qué dictador no tenía buenas intenciones?
Y la lista de pequeños principios,
de metas minuciosamente seleccionadas entre las buenas obras de moda,
salvar los océanos, a la gente que muere en ellos,
salvar los bosques, a los animales que mueren en ellos,
salvar los parques de tu ciudad, a los sin techo que viven en ellos,
esos selectos propósitos, si te fijas y lo analizas,
son algo que pospones a cambio de una cita,
aunque sea con una muchacha de buena familia,
o de ir al partido con los amigos.
Tus ideales, considéralo friamente,
los escogiste en una cesta de eslóganes,
quizá en el bloc de la susodicha muchacha, anotados con letra redondita
y corazones en los puntos de las íes,
entre frases de Tagore
y reflexiones para la mujer de hoy de Cosmopolitan
(eso dice mucho de ti como hombre sin prejuicios).
Tus ideales, reconócelo, no son nada del otro mundo.
No morirás mártir, ni héroe.
Tus ideales son para cubrir el expediente de tu conciencia.
Quítate esa tonta carga de encima de una vez,
no hay nada tan satisfactorio como una buena traición,
sobre todo si es a tus principios.
Verás qué relax.
. . .
Aprovéchate de los demás para mejorar tu condición.
No, no es en realidad tan malo como suena.
Es seguir las enseñanzas de Darwin
donde el más fuerte debe prevalecer.
Permitir que los endebles, los menos hábiles o preparados,
los timoratos, los apocados, ostenten situaciones de privilegio
precisamente por su precariedad, es debilitar la raza humana.
¡Tienes que pasarles por encima,
tienes que auparte sobre sus cabezas!
A los animales les funciona.
La naturaleza así lo quiere.
¿Vas a permitir que la ética,
ese invento de filósofos holgazanes y hedonistas,
meta palitos en gran rueda de la evolución?
Utiliza a los demás, explótalos,
hazte una cartera con la piel del amigo,
triunfa. Vence. Siempre que se vence es a costa de alguien.
Siempre que se pierde es a costa de uno mismo.
. . .
Quítale los caramelos a los niños.
Diles que los reyes son los padres,
que el ratoncito Pérez es su mamá
y que podría haberle dejado un buen billete en vez de una monedita
y no quiso, la rácana. Que vayan dándose cuenta.
Dales de fumar hasta que se mareen y vomiten.
Esas lecciones no se las dan los maestros.
Es por su bien.
Y te diviertes.
Los niños, esos futuritos indefinidos, necesitan de tus malos ejemplos.
Toda la vida se ha aprendido con ogros, brujas y lobos
¿o es que preferirías ser un Papá Noel? ¿en serio?
Reflexiona: ese gordo indolente da más disgustos que alegrías,
siempre te deja el regustillo amargo del libro de cuentos,
de la muñeca que no hace pis, del tren que no saca humo.
Con el sacamantecas uno sabe a qué atenerse,
no les defraudes.
. . .
Sé infiel en el amor.
Yo aún diría más: no llegues siquiera a ser fiel un minuto.
Yo aún diría más: no amor, lujuria.
El amor es algo incierto y evanescente,
el coito en cambio es palpable, cierto, de carne y pelo.
Siempre que veo un cuento de hadas le quito las enaguas al hada,
el corsé, el miriñaque, el justillo,
debajo suele haber una rubia con un cuerpo bien administrado y tetas duras
(¿tú también te habías fijado?).
El amor, dicen, te cae del cielo,
pero a las mujeres hay que ir a la calle a buscarlas.
Eso sí está en tu mano.
Cautívalas, engatúsalas, dórales la píldora,
eso les gusta. Si es preciso enamóralas.
Oh… entonces es magnífico.
Una mujer enamorada da mucho de sí, te satisfará un tiempo.
Y, reconozcámoslo, es un gozo que te miren con chispitas en los ojos
como si fueras un dios.
Cuidado, ahí es cuando debes cortar, cuando empiezas a aficionarte.
¡Hay más! Y cada una mejor que la anterior solo porque es distinta.
Muchas más. Y cada una con un tesoro que descubrir
y un país que conquistar.
¿Vas a dejar la hierba crecer bajo tus pies
con tantas flores por pisar?
Disfruta de las mujeres, es lo mejor que puedes darle a tu cuerpo,
mejor que la buena comida o las drogas blandas.
Iba a decir que mejor que el rock y el alcohol
pero tampoco hay que exagerar.
. . .
Incumple la ley. Sistemáticamente. Porque sí.
Si pone que a sesenta por hora, tú a ciento veinte.
Si dice que no pises el césped, tú lo pateas
y llevas a tu perro a que se cague allí.
Si dice «paga tus impuestos», haces como los ricos. ¿Ves?
Tú no vas a ser menos que los hijos de puta que no pagan sus impuestos.
Prohibido pasar. Tú pasas.
Aunque no necesites pasar, tú pasas, para ir acostumbrándote a incumplir.
Soborna, el soborno es barato. Si fuera caro la gente preferiría pagar.
Chantagea, seguro que sabes algo de alguien,
eso es como tener una herramienta en el bolsillo y no usarla,
y no la puedes sacar del bolsillo porque no puedes no saberlo. Úsalo.
Roba cuanto esté al alcance de tu mano, sin que se note, claro.
El estilo, la elegancia, no hay que perderlo nunca,
en las cárceles abundan los desastrados,
tú has de acudir al crimen de punta en blanco, con eso ya tienes mucho ganado.
Cuántas viejecitas caen por las escaleras accidentalmente.
¿me vas cogiendo la idea?
. . .
Miente. Esto quizá sea lo más importante.
La verdad está sobrevalorada.
La mentira es el aceite que engrasa las relaciones humanas.
Además, la mentira siempre está de tu parte
y la verdad siempre de la suya propia, nunca de la de nadie,
es agria y antipática.
Miente, adula, embauca. Di cosas como «me gusta su corbata»,
«confio plenamente en su buen criterio», «es honrado a carta cabal»,
y de ahí puedes pasar al «puede dejarlo en mis manos»,
tan útil.
El entendimiento social está basado en la mentira,
has de moverte en ella como pez en el agua,
esto también es supervivencia.
Siempre puedes contar conmigo.
Te he tenido siempre por una persona de grandes convicciones morales.
¿Vas al gimnasio? te veo muy bien.
Cuántas puertas se abren con la blanda ganzúa de la mentira.
Y, sobre todo, cuántas garras y colmillos oculta,
cuántas lenguas bífidas y escamas resbaladizas.
Qué distinto sería el paisaje interior si tuviéramos que ver a la gente tal como es,
con su verruga peluda en la nariz,
con su joroba y sus uñas largas,
con sus tetas caídas y sus dientes podridos y sus culos de mandril encendidos en rojo.
Ampárate en la mentira, madre amantísima que eleva al mediocre,
que venderá siete veces tu virgo y solo se quedará un módico tanto por ciento,
que te pondrá el abrigo de otro cuando tirites
y en la silla de otro en los banquetes.
Ten siempre una mentira a mano y un amigo al que vender y una moneda falsa para dar el cambio.
. . .
Véndete. Y si no te compran, al menos, alquílate.
Siempre hay alguien que necesita prosélitos, seguidores, fans. Cómplices.
Y puedes vivir momentos en los que no sea bueno que estés solo.
Las hienas atacan en manada. El tigre solo.
Pero ya sabes, hay situaciones en las que uno querría ser manada,
para esas ten una palanca de alarma, un a mí la legión,
eso se consigue de muy diversas formas, entonando un himno,
llevando un distintivo, una camiseta, una pancarta,
da igual, considéralo una necesidad y tenlo previsto.
Pertenecer a algo es al mismo tiempo cubrir una necesidad
y una salvaguarda.
Elige algo que al menos te distraiga. O te dé dinero.
Otros lo hacen por su trabajo, viven para su empresa, para su familia,
ya sabemos cómo responden,
por eso hay juzgados de lo laboral y lo familiar.
En las manadas solo ladridos, algún mordisquito, algún rabo entre patas,
las hienas no son tan cruentas como los magistrados.
Pero imagina que miras a los lados y ves a otros como tú,
con tus colmillos y tu mirada ladina,
eso puedes comprenderlo ¡sabes que te morderían!
pero lo manejas con naturalidad.
Venderse no está tan mal, si sabes, si comprendes que eso es que alguien quiere comprarte…
¡a ti! Que no eres una ganga.
. . .
Ten siempre la maleta hecha. La casa, el hogar, la familia,
eso son ataduras.
Uno entra en una casa y nunca sabe si va a salir.
En cambio uno coge un camino y nunca sabe si va a parar,
y no parar es conocer. Y no salir, desconocer.
La casa es la maleta que te lleva a ti dentro y no va a ninguna parte.
Tienes que poder desprenderte de todo, cambiar, irte.
Tú eres tú donde vayas.
Los árboles se quedan donde nacen y los muertos donde los dejan.
Tú debes ir y venir, pero no volver o serás parte del paisaje, como los árboles.
Mucha gente es paisaje, viven inmóviles, parecen su propia foto,
son como las rayas en el suelo o las esquinas.
Tener la maleta hecha es saberse independiente y libre,
eso te permite ver las cosas con desapego,
porque una montaña no se ve desde esa montaña,
sino desde la de enfrente.
Quedarse en esa montaña es querer algo que realmente no ves.
Y dar por sentado que te van a querer ahí, siempre.
Y eso es mucho suponer.
Tener la maleta hecha es mejor que pedir explicaciones.
O que darlas.
. . .
Bebe.
Esto no necesita de muchas aclaraciones.
Bebe. Sin más.

Tomás Galindo ©

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