De puente por la Côte Basque

Toda la hermandad familiar, salvo alguna progenie, nos dimos cita en un encantador hotelito de Biarritz, el Château du Clair de Lune, que no sólo tiene bonito el nombre, sino todo lo demás también, como se ve en las fotos. Un lugar de esos que sólo en Francia puedes encontrar.
Se daba la circunstancia de que era la primera vez que los cuatro hermanos vacacionábamos juntos, y aunque sólo hayan sido tres dí­as nos lo hemos pasado muy bien. Las tres cuñadas hicieron piña para mantener a raya a los hombres y nos portamos bien y fuimos muy formalitos (como siempre, por otra parte).
Estuvimos dando paseos por Biarritz, y aprovechamos para ver su acuario; pasear por los bulevares y las calles céntricas, tan coloridas y animadas, y aprendimos a comer los pequeños mejillones a la manera francesa, usando uno de pinza para sacar otro (qué bien se come en Francia).
Otro dí­a fuimos a la playa en Capbreton, donde habí­a unas olas gigantescas a cuatro metros de la orilla. La playa conserva búnquers de cuando los alemanes, aunque alguno ya está de lado o boca abajo, y las olas chocan contra ellos de forma muy llamativa. Una playa en la que la marea sube o baja cien metros o más en dos horas y cambia por completo su perspectiva.
Cenamos en Bayonne al lado de la rí­a tras pasear por uno de sus parques, lamentablemente ya era muy tarde y no pudimos ver mucho más.
Y para despedirnos pasamos por Anglet, donde aprovechamos para acudir a su mercado dominical. Los franceses también en esto van un paso por delante de nosotros y tiene espléndidos puestos móviles, con toda clase de productos, incluso pescado muy bien refrigerado y mantenido. El queso muy rico, doy fe.

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