Fina anécdota de la vieja y la sandí­a.

La sandí­a es un manjar
de utilidad singular,
tres cosas buenas depara
así­ que comerla debes,
porque se come, se bebe,
y hasta te lava la cara.

Imagina: Andalucí­a.
Caní­cula. Mediodí­a.
Un sol que es plomo fundí­o.
Las moscas vienen y van.
Las campanas ni talán.
Los pajarillos… ni pí­o.
una vieja muy revieja,
gorda, sucia, culibaja,
se está comiendo una raja
de sandí­a,
sin menear una ceja,
sentada sobre una caja,
la tí­a.
Y sentada de tal modo
¡que está enseñándolo todo!
Se ha remangado de más
la saya hasta las rodillas
y no se advierten puntillas
encajes ni …na de na.
Que se ven ¡vaya por dios!
en vez de una raja, dos.
Y pasó el tí­o Manuel
serio y circunspecto él,
y no pudo por menos que fijarse
en lo que no llevaba,
no por caérsele la baba,
sino más bien por cosa de espantarse.
Y le gritó en medio del camino:
-¡Que te se ve er chumino!
Y le contestó la tí­a:
-Ay, Manué, que no te coscas,
que es por que, si no, las moscas
me vienen a la sandí­a.
Tomás Galindo ©.

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