Historias tontas IV – Malditos dulces bebés


Odiaba a todos esos niños bonitos. Los miraba y los dientes me rechinaban de odio y rencor. Ahí­ estaban sus madres como gallinas entre sus polluelos presumiendo sobre quién llevaba a su nene mejor engalanado. Con dulces frases llenas de doble sentido se lanzaban acerbas crí­ticas unas a otras sobre el inmaculadamente blanco delantalito de mi niña, o sobre los lacitos de mi Tití­n, o sobre que a tu Cuqui le han salido los dientes pero la mí­a ya se va solita y la tuya no.
Se los pasaban una a otra, los sobaban, los besuqueaban al grito de «ay mi niño qué guapo que es él», intercambiaban potitos y pañales y hablaban y no paraban de lo mal que llevaron el destete, y de las maravillosas y carí­simas papillas que hací­an engullir a sus mamoncetes como si fueran ocas cebadas para sacarles el foie.
Eran cuatro o cinco madres, dí­a más dí­a menos, que coincidí­an en la umbrí­a del parque, donde las madres con hijos algo más mayorcitos los miraban deslizarse por el tobogán y reñir por el columpio.
Pero ellas debí­an contentarse aún con llevar a sus nenes de la manita en sus primeros pasos alrededor del banco, jaleadas por las otras madres que les decí­an lo bien que echa la piernecita tu niña y mira qué prisa se quiere dar, y monerí­as por el estilo.
Yo las odiaba, a ellas y a sus crí­os estúpidos y cabezones que aún no sabí­an hablar y hacerse entender. Sus crí­os vestidos de blanco inmaculado, de amarillo clarito, de azul pastel, de rosita de hada madrina, con profusión de lazos y baberos con patitos y gorritos de punto hechos por las amorosas manos de las yayas.
Pero yo esperaba mi venganza. Ellas me habí­an quitado mi banco, el banco en el que mejor se leí­a el periódico hasta que ellas lo descubrieron. Pero eso no iba a quedar así­.
Esa mañana me habí­a armado convenientemente y en cuanto se descuidaran me las iban a pagar todas juntas.
Aproveché el momento en que dejaban a sus rorros encima de un par de mantas, sobre el césped y se dedicaban a comentar los cotilleos televisivos. Entonces me acerqué a ellos y procedí­ a ejecutar mi artero plan, para salir a buen paso antes de que se dieran cuenta.
Al minuto comenzaron los gritos.
-¡Ay, hijo mí­o, pero cómo estás así­!
-Jesús pero qué te ha pasado, mí­rate.
-¡Madre mí­a de mi corazón, pero quién te ha dado eso!
-¡Pero qué canalla se ha dedicado a repartiros chocolatinas!
-¡Madre de dios, pero cómo te has puesto, pero hasta arriba de chocolate!
-¡Mira el baby, y la chaquetita de angora, a ver cómo saco yo ahora el chocolate de la chaquetita de angora y la camisita de perlé!
-¡Vamos, si lo cojo lo mato, es que lo mato!
Si de esta no han aprendido, la próxima vez será mermelada de moras…
(Dedicada a Rochi)

4 comments for “Historias tontas IV – Malditos dulces bebés

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.