Nosotros (o sea, vosotros y yo)

Cuando digo nosotros no me digo.
Cuando digo nosotros no me encuentro,
cuando digo nosotros yo lo miro
y no me veo adentro.
Es nosotros tan amplio, tan grande,
tan diverso,
y yo tan único y pequeño.
Nosotros queremos la paz…
¿y la queremos?
Si nosotros quisiéramos la paz
como yo la quiero
habría una paz redonda, dulce, alimenticia,
como un pastel inmenso
y todos comeríamos un trozo
con su guinda chupándonos los dedos.
¡Qué rica está la paz! diríamos
nosotros, el mundo entero.
Pero la gramática es capciosa,
me mete en un nosotros de tintero
cuando yo soy de tiza en la pizarra
blanco sobre negro.
Yo soy, lo reconozco, me avergüenzo
un poquito egoísta,
como cada quisque, me temo,
pero de andar por casa,
un egoísmo tengo de que gane mi equipo,
de llegar el primero,
de que me toque el muslito,
o que me den el premio,
no un egoísmo gordo
de los de rabo y cuernos
no un egoísmo feo de ahora voy y te mato
porque soy blanco y tú negro
(así escrito aún se ve más estúpido)
o esos aún más tontos de
mi dios es más guapo y tiene mejor cielo.
Y si nosotros somos la suma de esos
egoísmos de pulga y paquidermo…
pero ¿pueden sumarse los egoísmos?
¿no se repelen? pienso
que sólo suma lo que puede estar junto
y nosotros (mira, ahora sí)
no nos entendemos.
Qué resta de egoísmos
que deja abajo ceros.
Un mundo en que queremos la liberté,
egalité, fraternité
un gran coro de ceros
a la izquierda
de una suma de egoísmos, qué esperpento,
qué lenguaje tan incorrecto.
Cuando oigo nosotros siempre entiendo
humanos al unísono,
con los mismos pretextos
cantados desde siempre,
desde siempre incompletos.
Nosotros… y una música
de abejas polinizando y de hierba creciendo.
Nosotros dando cuerda al mundo,
curando los hachazos,
lavando el Mediterráneo.
Nosotros plantando trigo
por si viene el invierno.
Nosotros pensando en nuestros nietos,
que son esos nosotros
a los que llamamos ellos,
igual que si la sangre
no fuera un río lento
por el que va la barca
del hombre.
Eso oigo, eso leo,
para quedarme luego
colgado de algún clavo
(naturalmente, ardiendo)
de un nosotros disperso
que no va a ningún lado
y apunta a todos ellos,
arriba, abajo, atrás, al centro,
nosotros en los autos de choque
con música de estruendo.
¿En qué o de nosotros
está mi o de yo?
Qué misterio.
Cuando digo nosotros
vamos juntos los gordos y los flacos,
los altos y los bajos,
los rubios y morenos,
todos de la manita sonrientes y guapos.
Pero luego me veo
me miro en el espejo
y yo… es que no soy de aquellos
no soy mucho ni poco,
soy mediano,
castaño… con poco pelo,
y sonrío lo justo y con criterio
no por ir de la mano con otros tropecientos
entonando algún himno
que nos cosa los egos,
los egos miserables de comerse las uñas,
los egos por cuatro perras,
los egos de un centímetro,
en un ego rotundo, general, inmenso,
un ego con bandera,
con banda de tambores,
un ego de hormiguero,
un ego con bombillas de colores
que escriben el letrero
de un enorme NOSOTROS,
¡Hazte nuestro
y así serás algo!
Cuando digo nosotros yo nunca me veo,
nosotros desfilando,
nosotros aplaudiendo,
nosotros pronunciando un discurso
en la tele pidiendo
el cese de las hostilidades
donde sea
o diciendo
aquello tan bonito de estamos trabajando
en ello,
un ello que suene digno, importante,
entrañable y políticamente correcto.
Nosotros en Europa,
nosotros contribuyendo,
en los cascos azules,
en la UNICEF, en los Juegos
Olímpicos que toquen,
nosotros en la ONU, en la UEFA,
o nosotros subiendo
a la luna
a dar palos de ciego
por el universo.
¡Nosotros, nosotros, nosotros!
¡Un nosotros como un templo!
Ven y reza con nosotros.
¡Sálvate! Da tu óbolo.
Paga tus impuestos.
Compra. Ahorra. Asegúrate
un futuro. Vota.
Ve televisión. Ve al gimnasio.
Ve al colegio.
Ve lo que te espera.
Ve por el camino recto.
Ve. Be. Beee.
Bebe Coca~Cola.
Ve al cementerio.

Cuando digo nosotros
en realidad sois vosotros,
y yo, como dice el refrán,
me cago adentro,
y me salgo deprisa, y corro,
y me vuelvo
y os saco la lengua y me río
y me carcajeo,
que os he visto el plumero,
que os he visto untando un vosotros
con nata y chocolate para meterme dentro
y que mi yo se quede
chiquito,
inútil,
muerto.
Pero yo, os jodéis,
yo soy yo,
y no quiero.
Y metéis el nosotros a un armario ropero
el nosotros que tiene ratoneras,
agujeros negros,
jueces y calabozos,
el nosotros atrapamoscas,
el nosotros de intestino ciego,
que yo
ahí
con vosotros
no entro.
Tomás Galindo ©

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