El regalo de navidad del señor Paco

(o «Scroodge rides again»)

Estaba el señor Paco el del colmado,
-Hijos de A. García. Ultramarinos.
Olivas de Aragón. Licores finos –
cual Vulcano en su fragua retratado.
Quiero decir que no desentonaba
la tal figura para el tal paisaje;
como un juego de piezas para encaje
su figura en su lámina encajaba.
Su tienda conocía quien le viera,
pues llevaba en su cara el distintivo
entre buitre y ratón, servil y altivo,
de la estirpe añeja del hortera.
Y el que en la tienda entraba, presumía,
viendo el zoco moruno donde estaba,
que tras el mostrador le vigilaba
o un hijo de Babel, o de A. García.
Ejercía su labor de dependiente
en mitad de la calle Mayor mismo,
aunque llamarla mayor era eufemismo,
le decían la calle solamente.
Pared con pared con el ayuntamiento
tenía enfrente, gran desgracia,
juntitas a la iglesia y la farmacia;
detrás, el campanario del convento;
a la izquierda está la barbería;
a un paso el carbón, la tasca, el pan,
la estafeta, y en su propio zaguán,
el ciego vendedor de lotería.
Hay una fecha en piedra que atestigua
que, si la casa no es del pleistoceno,
no datará de muchos años menos,
mas da impresión de vieja, antes que antigua.
Al entrar, si lo haces sin cuidado,
puede que te acierte en plena cresta
una ristra de ajos allí puesta

Palabras

Son solo golpes de aire
no cincelan la piedra
no marcan a fuego piel alguna,
apenas salen viajan y se extiguen,
son vaho en el cristal,
onda en el agua.
Aquel que las pronuncia no dispara,
son blandos proyectiles con ventosa
que apenas juegan a salvar distancias.
Y no mojan, ni nutren, ni calientan,
te llegan y resbalan y se caen,
no hacen ni charco entre los pies
y los papeles.
Solo las salva escasamente a veces
esa dulce blandura de las pieles
dejándose horadar por los afectos
que penetran, que abonan, que fecundan
y que se vuelven vísceras y sangre.
Aquí se quedan a vivir contigo.
Son la mirada puesta en pie
que te regalo.

T. Galindo ©

Maristas

La tristeza monótona vertía
la lenta cantinela de oraciones,
espaldas a rayas blanquiazules,
los ásperos cogotes despeinados
y el horizonte negro donde pastan
los rebaños de ceros su potencia.
La lenta cantinela en la ventana
de goterones gordos como moscas
y el zumbido atroz, impenitente,
de números, de nombres y de historias
que pasaron, o no, por un pasado
escrito, decidido, adjudicado
a estos santos inocentes quietos,
a rayas blanquiazules, ignorantes
de que la lluvia cala en las espaldas,
la lluvia negra de pizarra triste,
con palotes de tiza destinados
a las retinas dulces que se ofrecen.
Qué dolor de arañar en los pupitres,
qué temor en las ingles y los dientes
un chirrido de puerta que se cierra,
un sabor como de algo que se oxida,
pero dentro, una víscera metálica
que descubres tener, o que te nace.
La lenta cantinela que se instala
decolorando las mejillas tersas,
agrisando los brillos de los ojos
como lluvia de brea, como el humo,
no de las chimeneas, de pistola
de balazo en la sien, como la tinta.
Y en medio del horror y los silencios,
los chirridos de tiza y el sollozo
de no se sabe quién en una esquina,
del olor a la orina y los sudores,
y del tedio y el miedo de la mano,
en medio del asedio a las conciencias
a mano armada de autoridad y dioses,
un mirar de reojo a la ventana
y ver que, al otro lado, hay primavera.

   T. Galindo ©

Competencia desleal (drama doméstico)

 

Él Mira, cariño, hemos recibido un mensaje de spam en el correo con un catálogo de un sexop ¿necesitamos algo?

Ella – Huy, así­ de repente no se me ocurre ¿trae algo interesante, cielo?

Él Un momento que miro, dulzura. A ver, a ver… Hay mordazas, fustas, anillos peneanos, bolas chinas, estimuladores del punto G, conjuntos de dos penes para doble inserción, y este que describen como gran novedad: de luxe, king-size.

Ella- Oh, cielo, ¿no es excesivo su tamaño?

Él Pero piensa, mi bien, que está dotado de luz interna, al objeto de divertir y alegrar los momentos de intimidad en la oscuridad. Así­ que si al llegar a casa, de noche, no aciertas a introducir el llaví­n en la cerradura sólo has de sacar el vibrador del bolso e iluminar el zaguán con él.

Ella- Eso, pastelito mí­o, en el supuesto caso de que me cupiera en el bolso. Aunque sin duda este juguete harí­a de mí­ una mujer más llena, dudo mucho que pudiera transportarlo sin que asomara vergonzantemente un extremo de él, lo que sin duda provocarí­a más de un comentario malintencionado.

Él ¡Maldita sea!

Ella- ¡Amor mí­o, qué te produce tal enojo?

Él Que he leí­do las especificaciones de este adminí­culo y no estoy a su altura, mi bien. Me examino a mí­ mismo, deseoso de provocar en ti los más sublimes gozos, y no doy la talla que te proporciona en cambio la moderna ingenierí­a.

Ella- ¡Oh, esposo mí­o amantí­simo, cómo puede ser eso!

Él Porque, oh dolor, prenda adorada, por más que lo intento no vibro y roto. Incluso pruebo con la mano ¿ves? y o vibro, o roto, pero no ambos movimientos de vez. Y eso con la mano. Probé con el pie y me dio calambre. Sin duda alguna no puedo competir con las prestaciones que te brinda este revolucionario aparato.

Ella- Querido mí­o, no te dejes cegar por el brillo aparente pero intrascendente de lo ultimí­simo. Tú siempre serás para mí­ el hombro en que apoyarme.

Él Hermosa mí­a, no sabes cómo me reconfortan tus amables palabras.

Ella- Y celebro mucho, cónyuge adorado, que, preocupado como estás por colmar mis modestos y esporádicos deseos, hayas pensado en mi satisfacción al ver este lujoso vibrador SAUSAGE SAUCE, con Vibración, Rotación y Excitador de Clí­toris. La tecnologí­a más revolucionaria, se une esta vez al material más avanzado de todos los tiempos. Se trata del Sausage Sauce, el primer vibrador Loveclone, que monta un motor multi rí­tmico Technobeat. Gracias a sus dos potentes motores independientes, este pene es capaz de rotar hacia ambos lados, además podrás graduar el ritmo de la intensidad en el momento que desees. Su excitador de clí­toris, en forma de una cabeza de un salvaje tiburón, te demostrará la potencia que puede llegar a desarrollar y podrás controlar las diferentes posiciones de intensidad para que lo domes a tu gusto. Utiliza 4 pilas LR 6 (no incluidas).

Él Y dime, amada mí­a.

Ella- Qué, mi amor.

Él ¿Y monta claras?