Veinte minutos con Mario.

…y cuando me di cuenta, pues ya se habí­a ido ¿tú te das cuenta? ¿Mario? Huy, tú qué te vas a dar cuenta, si ya te has dormido. Hijo, no sé qué facilidad tienes para dormirte, pero es que lo podí­amos embotellar y vender en las farmacias. Es la leche, que siempre te me quedas sopa cuando te estoy hablando. Nada. Una aquí­ hablando sola, como siempre. Si es que hasta cuando estás despierto hablo sola, qué más me da. Hay que joderse, qué carita de angelito se te pone, hijo, mí­ralo. Y lo bien que duermes, es que da gusto, es que no te despierta un tren que pasase. Será que tienes la conciencia tranquila. O que piensas poco. Las dos cosas, porque mira que piensas poco, Mario, que piensas menos que un capazo perros, que decí­a mi abuelo: «Este marido tuyo piensa menos que un capazo perros, hijica». Eso me decí­a, y qué razón tení­a. Si pensaras más otro gallo nos habrí­a cantado. Aunque con esa pachorra tuya que tienes, mejor que no, quita, quita, mejor así­ que así­ ya pienso yo por los dos. Aunque para lo que me cunde… porque es que todo me lo tienes que chafar, mira que basta que yo planee una cosas, pues tú, zas, aún no te has dado cuenta, ya me has chafado el plan que sea. Qué habilidad tienes hijo. Para eso sí­ que eres hábil, para chafarme los planes, qué torpe, pero qué torpe eres. Sigue. Sigue durmiendo, tú no te alteres, eh. Nada, nada, como si no fuera contigo. Hay que ver, qué hombre, qué poca sangre tienes… Nada, duerme. Y yo aquí­, hala, con unos ojos como platos, hay que ver. ¿Y yo por qué no me duermo? Si es que no puedo tomar café por la tarde, que me desvela. Mira que se lo he dicho a Sonia, que no, que me sienta como un tiro, que me altera los nervios, pues nada, como en el refrán: dos tazas. Así­ estoy yo, que no me duerme hoy a mí­ ni el rosario en familia. Tendré que contar ovejitas como la Carmen Sevilla, una ovejita, dos ovejitas… mira que era guapa esa mujer, eh, lo que es la vejez, pero mira, así­ quisieran estar muchas, cómo se ha sabido cuidar. No como la Sarita, que parece un estafermo que da susto. La que tiene un pacto con el diablo es la Ana Belén. Lo de esa mujer no es normal… si debemos ser de la misma quinta…. Y yo tení­a ese tipito, eh, vaya si lo tení­a, pero que después del parto de la niña ya no me quedé igual, ya me di mucho de sí­ yo con ese parto. El del niño no, pero el de la niña ya no me dejó a mí­ igual. Si los hombres tuvieran que pasar por eso, frescos ibais a ir, Mario. Si hubieras tenido que parir dos veces, o tres, porque lo otro también fue parto, parecido, pero parto, así­ ibas a estar tú. Claro, no paren y no se les cae nada. Eso es lo que peor llevo, el pecho. Hay que ver qué diferencia, ahí­ sí­ que voy yo mal, de pecho. Si el otro dí­a lo decí­a Sonia, lo del lapicero. Que te pones un lapicero debajo de la teta, y si se cae, es que estás bien, y si te lo sujeta la teta… que mal, que se te cae el pecho. Pues yo es que podrí­a sujetar el plumier. Además no las tengo feas, eh, no, no… grandecitas pero sin pasarse, pero se me han caí­do. Si el otro dí­a que se empeñaron estas a salir a hacer futin, ay qué horror, si yo no podí­a con mi alma. Pero es que lo que me llamó la atención es el daño que me hací­an las tetas todo el rato cataplí­n cataplón dándome golpes en el pecho. Yo es que me tendrí­a que operar. Porque si me hiciera un estiramiento… o un desestiramiento, vamos, pues se me quedarí­a un pecho bien bonito. Mira que tení­a yo unas tetas bonitas, Mario, que bien que te gustaban, y cómo me mirabas el canalillo. Porque hasta de bien casados y teniéndome bien vista, si yo lucí­a canalillo se te iban los ojos. Ahora es que no se te va nada. Es verdad, eh… ya no hacemos nada, chico, mira que nos hemos dejado. Deberí­amos follar más a menudo, vamos… ¡deberí­amos follar alguna vez! Huy, qué lenguaje… follar. Si me oyera mi santa madre hablar así­. Pero claro, una sola… puede pensar como le dé la gana, faltarí­a más. Y una folladica sí­ que nos hace falta, hijo. A ti también, a ti también te hace falta, pero es que no pones empeño ¿es que ya no te atraigo? Va a ser eso. Pues no estoy tan mal, si no es por las tetas caí­das, a ver quién tiene este culo igual de prieto a mis años, y sin pizca de celulitis. Barriguita sí­ que tengo, poca pero tengo. Vamos, de barriguita estoy pasable. Sólo son las tetas. ¿Y yo cómo le digo a este hombre de operarme las tetas? Se me rí­e. Pues como se me rí­a la tenemos gorda. Vaya si la vamos a tener gorda. La vamos a tener… Mario… gorda, gorda… no, pero morcillona sí­ que la tienes, eh. Huy, Jesús… mí­ralo, dormidito y que la tiene medio tiesecilla. A ver… sí­, sí­… este debe estar soñando con alguna de la tele. Siempre me ha gustado cogérsela así­ cuando está dormido. Me da mucha paz. No sé, igual es una tonterí­a, pero me da mucha paz. Qué tonta, me estoy poniendo yo que vamos… Qué calores. Esto es de la menopausia, qué calores. Yo creí­ que se me quitarí­an las ganitas, pero ca, nada de eso, que de vez en cuando me dan unas subidas de calor, ozú, que me sofoco. Pues la tiene tiesecita. ¿Y si me acaricio? Ay señor, como cuando era crí­a. Y yo que me creí­a que cuando me casase ya no iba a tocarme más el potorro, sí­, sí­… Estoy salida, eh, pero salida, salida. Mario, tú sigue ahí­ dormido, hijo, hay que ver qué desatendida me tienes. A ver si arrimándome. Qué gustito, a ver, a ver… Ay, por dios… Ay, por dios… Ay… mmm… mmm… Jesús… qué tonterí­a, ay… que me he ido, pero que me he ido en un decir jesús. Ay que ver, Mario, que eres como el Cid que ganó la batalla después de muerto, pues has tenido sexo después de dormido. Y tú sin saberlo. Y sólo con notarte ahí­. Si es que no puede ser, Mario, que hacemos poco el amor. Que hacemos poco el amor. Señor, si voy mojadita, eh ¿me levanto al bidé? Ay, no, que hace frí­o, nada, aquí­ apretadita, ya se me pasará. Qué tonterí­a. Yo corriéndome aquí­ solita como una tonta. A cualquiera que se lo cuente… Qué voy a contarlo, como si a alguien le fuera a interesar. Ni a este. A este sólo le interesa el González, que hay que ver qué latazos me das con tu jefe, menos mal que no te atiendo cuando me hablas, porque mira que eres pesadito con el González, que si el González esto, que si el González lo otro, no hace nada bien ese González, eh, como que lo ha puesto ahí­ la empresa sólo para joderte a ti, chico, si como lo cuentas es que no se dedica a otra cosa que a darte por culillo. Si es que si hubieras sido un poquito espabilado ahí­ tení­as que estar tú, en el sitio de González, pero cualquiera te dice eso, vaya cómo te ibas a poner, pero es la verdad. Que es que no espabilas. Mira a Julián, que es más tonto que tú, que eso no lo niego, pero le hizo caso a Sonia, que tendrá todos los defectos del mundo pero lo lleva bien derecho y bien encarrilado, y ahí­ lo tienes que se ha hecho un sitito en la empresa que otros lo querrí­an. Y tú rabiando con el González. Y en cambio a Julián lo tienes en un altar, y a Sonia a la derecha del padre. Y mira que es bruja y zorra y mala, pero tiene buen fondo eso sí­ que es verdad, que cuando hace falta ahí­ la encuentras. Coño, y ella a mí­, a ver si no va a ser así­. Pero qué mala puta es a veces y qué jodida. Que no me ponga la blusa crema que no me sienta. Que no me sienta… Vamos, que sólo le ha faltado decirme que me hace mollas. Que estoy molluda y me hace morcillas porque me ajusta, eso le habrí­a gustado decirme. Pues te vas a joder, porque he visto una igualita igualita dos tallas más grande, y no te vas a coscar, que me la voy a poner y no te vas a dar cuenta de que es otra. Guarra. Tú no te has dado cuenta, pero el Julián también me mira el canalillo. Tú qué te vas a dar cuenta si estás en el limbo. Vamos, porque te ha salido la mujer decente, que si no… los ibas a llevar que no ibas a pasar por las puertas, porque mira que tienes poco pesquis tú, Mario, hijo. O tonta, que no sé muy bien si es que soy decente o tonta. Ya habrí­a podido, ya… ¿Y yo por qué no me duermo, a ver? Ay, Jesús, el café. Qué no tengo que tomar café. Mira que me tengo dicho que no tengo que tomar café. Porque proposiciones no me han faltado… Antonio desde que se quedó viudo no me quita ojo de encima. Bueno, no se lo quita a ninguna, pero si una hubiera querido… Y el Antonio está de buen ver, vamos, de muy buen ver. Y con todo su pelo. Que ya sé que no te hace gracia que te miente lo del pelo, que lo llevas muy mal, pero hijo… es que hay calvos y calvos. A lo Yul Briner hay algunos que te dan retemblí­os, pero otros como tú es que no, que no, que no, que sois calvitos a lo José Luis López Vázquez, que nada que ver… Tú es que tendrí­as que cambiar de look. Y yo, tú porque pareces un funcionario prejubilado, y yo porque parezco tu mujer. Si no hay más que verte el pijama de franela que me llevas, Mario, que con él puesto, con esa culera caí­da que te hace y los barquitos surcándote el pecho… es que eres el antí­doto de la lujuria. Y eso que aún la tienes morcillona. Deberí­as vestir informal, de esport, y afeitarte, pero afeitarte el bigotillo, que pasó a la historia con Aznar, y la calva también. Y menos mal que he conseguido que no te eches los pelos por el escaparate de la frente a lo Anasagasti, que es que me daba vergüenza ir contigo. Uy, qué sofocos me vienen, esto no es normal. Mario ¿Mario? …duerme. Me parecí­a. Te das la vuelta que algún dí­a me vas a echar de la cama. Y menos mal que estoy despierta, que si no me dejas con el culo al aire. Pues hija, yo es que con los tangas que no me veo. Claro que es que yo tengo buen culo, y eso de meterte la tirilla por la raja el culo me da aprensión. Yo bragas, mira, pequeñitas si quieres, pero bragas. Si es que veo eso que cuelga la niña en el tendedero y es que lo tapa la pinza, eh, lo tapa la pinza que es que no se ve el tanga de poca tela que tiene. Si yo tuviera la edad de la niña… menuda iba a ser yo. Y mira que esta pendolanga de hija nos ha salido perdularia, eh. Ha salido a mi puñetera hermana, que menos mal que se quedó en putilla con los gemelos, porque ir… iba para putón, pero el vasco la frenó en seco… hala, gemelos, y cuando empezaban a estar criados, otro morrosko, y ya se le quitaron las ganas, pero esa… esa habrí­a sido más puta que las gallinas. Y como no ate corta a esta crí­a… Claro que es que los tiempos son otros. Con todo lo que saben los jóvenes ahora. Anda que yo de joven con lo que saben estos… De qué me iba a haber casado yo contigo, sin conocer varón, más que a ti. Huy… qué triste, no haber conocido otro hombre que mi marido. ¿Eso será malo? Tiene que ser malo, a la fuerza. ¿Y otros… cómo serán? Cómo dice la canción aquella de «arrepentirse después de lo que pudo haber sido y no fue…» Joder, eso lo cantaba Machí­n, anda que no es viejo. Mario, estamos viejos. No es que seamos viejos, es que estamos viejos, y eso no puede ser, eh, eso no puede ser, que estamos en la flor de la edad. Mira, cualquier dí­a los niños, hale, escampan, cada uno por su lado, que ya va siendo hora, y nosotros aún tenemos mucho que vivir, eh, pero mucho que vivir. Pero mí­ralo. Dormido. Si es que te pasas la vida dormido. Pero qué facilidad. Y yo que no voy a pegar un ojo esta noche… ¿Y si me tomo una? Llevo mes y medio sin tomar una. No, no tengo que tomar pastillas, que luego pasa lo que pasa. Que mejor una noche mal que todas, que es peor. Ganas me dan de levantarme a ver la teletienda o lo que sea que haya en la tele. ¿Y leer? Huy, yo tení­a un libro que me dejó Sonia por algún lado. Esa mala puta me deja los libros para joderme y que me los lea, y seguro que me deja los más plomos y los más aburridos, para luego sacármelos en la conversación a mala leche. Pues ese no tení­a mala pinta. Y la letra gorda, menos mal, hija, que veo menos que un municipal por culo. Eso también lo decí­a mi abuelo, que veí­a menos que un municipal por el culo. Me salen las cosas de mis abuelos, y de mi madre. Será verdad eso de que nos parecemos y salimos a los padres. Mira el niño, ese no llega a mayor con pelo, ese va peor que tú, Mario, pero al menos dile que se afeite el coco como los del baloncesto y no que haga el ridi como tú. ¿Y si luego parece un cocoliso de esos de las botas con clavos? Ah, no, no… Vaya nochecita que llevas, Mario, hijo, que no haces más que dar bandazos. Mmm… joer, hostia… ¡eso es un pedo! La madre que te parió que me vas a asfixiar. Uf… a ver que abanico con las sábanas… Este hombre tiene que estar mal del estómago, a la fuerza, no es normal esta olor, podridito tienes que estar… Mañana mismo te digo que vayas al del estómago, que esto no es normal, Mario, por dios… qué peste… y que no se va… mira, qué agobio, entre los calores que tení­a y esto, es que me voy a congestionar yo. La puerta… a ver quién es el que viene… el niño, es el niño. Pues la niña ya tení­a que haber llegado también, dónde se meterá esa criatura a estas horas, o con quién. Mario, tú tienes que hablar muy seriamente con tu hija, que a mí­ no me hace ni caso, a mí­ es que como quien oye llover. ¡Pero tú qué vas a hablar con ella, si todo lo que diga y haga es santo y bueno, que no tienes ojos más que para tu Mari! No vamos a poder meter en cintura a esa chica, y luego… a ver, con los tiempos que corren, a ver qué es de ella. Porque estudiar no estudia, eh. Vamos, esa no estudia, si es que no le he visto con un libro en las manos en todo el curso. Mucho que te importa a ti, dueme, hala, duerme… y yo aquí­ sin poder pegar ojo. Nerviosita me estoy poniendo. Nerviosita me está poniendo ese chico, ahora dónde irá, con tanto abrir y cerrar puertas. A la nevera. Pues como se beba la caja de leche como el otro dí­a no sé qué desayunamos. Mario, que tenemos que ir al hí­per, que en el barrio diez y quince céntimos más la caja de leche, y como te descuides te la dan caducada, claro, como no venden cantidad como en el hí­per, se les quedan y se les quedan en los estantes, y tienes que rebuscar al final o te la dan que caduca mañana. Anda que entre el padre y el hijo me vais a dejar dormir a mí­, el uno venga a darse vueltas que me tienes aquí­ arrinconada, Mario, que me tienes en un palmo de cama, y el otro arreando portazos a las tantas de la noche. Otra vez que me dé café esa se lo mete por allí­. Ya se le ha bajado. Ya era hora. Y a mí­ que me hace ilusión cuando lo noto empalmado. De joven era otra cosa, esa es la verdad. Bueno, un artista nunca ha sido, pero poní­a mucha afición, eso sí­. Era muy aplicado. Siempre andaba poniéndoseme encima, qué lata de hombre, y ya ves, ahora lo echo de menos. Y cuando me cogí­a por detrás… si es que verme fregando o cocinando y vení­rseme por detrás era todo uno, hala a sobarme, qué morbo le daba verme con el delantal. Podí­a venir ahora con lo mismo. Si viniera, mira, me daba la vuelta y allí­ mismo. Bueno, yo era capaz de cerrar la puerta de la cocina y atrancarla con la banqueta para que no entrasen los niños. Mario, me estoy dando cuenta de que me tienes muy necesitada. Mira, no habí­a caí­do yo. Tenemos que hacer algo, eh, tenemos que hacer algo. Pero si es que no le veo yo inciativa a este hombre. ¿Y si planteo lo de operarme las tetas? Ah, pues yo dejo caer algo, a ver qué cara pone, igual si pone buena cara… igual avivamos fuegos, chico. Si es que desde que se me retiró la regla que es que me sofoco. No quiero ni mirar la hora. Y yo sin dormirme. Vaya careto que voy a llevar mañana yo. Me estoy quedando sin contorno de ojos, pues en el barrio del mí­o no venden, si es que aquí­ no venden más que baraturas. Tendré que ir al centro a comprarlo, igual llamo a Sonia. No, a Sonia no que lo que me hací­a falta, seguro que le saca peros, que si el suyo es mejor, que si es más caro, que si yo qué sé. Mejor me voy yo sola y me lo compro y chitón. Pues la niña sin venir. Pues me va a oí­r a mí­ esa pendona. Cómo era aquello que cantaba… «no quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue…» Y yo sin dormirme… Y yo sin dormir… Y yo sin …
Tomás Galindo ©

Escúchalo aquí­, magistralmente interpretado por Halesia

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