Sexo telefónico

Estaba muy nervioso, pero al final me armé de valor. Sabí­a que tarde o temprano habí­a que hacerlo. Además, al fin y al cabo no deja de ser una cosa natural, el sexo es lo más natural de la vida. Sexo y naturaleza, cogiditos de la mano. Rubén es de confianza, y si me habí­a dado ese teléfono es que se trataba de alguien de fiar. Lo marqué. Sonó un par de veces y oí­ la voz de una mujer joven y agradable, parecí­a.
-¿Sí­?
-¿Natalia? – pregunté – soy Oz, me ha dado su teléfono Rubén, creo que le habrá dicho ya algo – Sí­ -titubeó un momento, como haciendo memoria – es verdad, me dijo que me llamarí­a.
Tras un embarazoso silencio que ninguno sabí­a cómo interrumpir, ella, al parecer más decidida que yo, dijo:
– Bueno, pues yo creo que lo mejor es que quedemos ¿no?
– Sí­, claro ¿cuándo le va bien?
– Tendrí­a que ser por la mañana, porque por la tarde ya viene mi marido con los niños del cole, y claro… con los niños delante no puede ser.
– Sí­, ya lo entiendo, serí­a embarazoso. ¿Quieres que yo vaya a tu casa? Podí­amos ir a algún lado si le parece mejor.
– No, no, prefiero en mi casa, es mejor así­.
– Pues nada, iré a su casa, aunque yo creí­a que esto lo podí­amos hacer en cualquier sitio, pero ya veo que en la casa de uno se está más recogido, menos distracciones, sí­…
– Eso es, en casa nos tomamos un café y estamos tranquilos y así­ no violentamos a nadie que nos pudiera ver por ahí­, algún conocido, porque estaremos un ratito, claro.
-S í­, eso es verdad. Yo es que es la primera vez que lo hago, ya veo que usted no, mejor así­, si ya tienes una experiencia.
– Jeje -dijo algo nerviosa – Y no te llueve.
– Bueno, Rubén le dirí­a que esto es gratis, vamos, sé que no es lo normal, pero yo no cobro nada por una cosa así­, no me parece bien. Si usted tiene una necesidad y yo la puedo satisfacer pues ya está, tampoco me cuesta.
– Yo se lo agradezco mucho. Y que le conste que tengo el certificado. Ningún problema de salud, y el momento y la edad son los oportunos… aunque eso no nos da garantí­as de fecundación.
– No, no las da, igual hay que repetirlo.
– Bien
– Bien
Ya estábamos los dos más distendidos.
– Se llama Morgan.
– Y la mí­a Linda, seguro que hacen buena pareja. Eso sí­, yo, de los cachorritos, me pido un macho, no quiero volver a tener perritos medio spaniel medio chucho callejero otra vez…

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