Jugando al tetris (y esperando)


Aún recuerdo no el dí­a, pero sí­ la sensación, de cuando mi hija dijo que se iba ella sola al cole ¡qué mayor! Allá que andaba ella con su cartera y su gorrito de lana, y cómo yo esperaba luego a que volviera a casa y me preocupaba si tardaba (aquella tarde que la puta de la profesora castigó a toda la clase, la guarra, yo me subí­a por las paredes).
Hoy estoy sintiendo algo muy parecido, espero a mi hija, la señora doctora al volante de su automóvil, venga desde donde vive (300 km) hasta mi casa, preocupado por la autopista y tanto loco que por ella pulula. ¡Hija mí­a no corras!
La reflexión es que no hay remedio, uno se preocupa siempre por los hijos, se es siempre padre, no caduca el oficio (La paternidad es un ejercicio kamikaze; mi madre dice que, en realidad, los hijos empezamos a dar problemas a los treinta).
El tetris va muy bien para los nervios, aquí­ mi señora, con un cigarrico y un tetris se pasa el rato «desconectándose» de su ajetreada vida. Mi hija cuando llega me toma el relevo y yo respiro tranquilo e inmortalizo el momento.

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