Fin de semana de viajes, familia, risas y paseo. Turista en mi tierra, mi mujer (qué vergüenza) me lleva a visitar el no sé si castillo o palacio de La Aljafería, donde el moro Muza se solazaba entre jardines y atrios umbríos (tenía hasta ascensor allí el gachó, en serio). Ahora es sede del gobierno de Aragón, tras haber sido, años ha, del de Fernando el Católico y Sra., la que montaba tanto. Mi papi contaba que hizo allí el servicio militar, y que, entonces, era una pena ver aquellas salas palaciegas, aquellos jardines arruinados, aquellos artísticos aposentos servir de cuadra de mulas y depósitos de municiones; y las humeantes cocinas prigar los artesonados del techo de grasaza y hollín. Los zaragozanos teníamos perdido este rincón, perdido y desconocido, hasta su restauración y aprovechamiento para asombro de lugareños, que no acabábamos de creer que pudiéramos tener semejante maravilla escondida bajo un montón de cascotes y porquería. Los artesonados del techo son prodigiosos.
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