Dogma

Cada vez que entro en una iglesia
busco a Jesús látigo en mano
echando a golpes a los mercaderes.
Nunca he visto tal imagen.
No sé si se avergüenzan de un cristo
encendida la sangre en ira,
esa sangre de tanta bendición, tan bondadosa,
o de un cristo estricto que separa
las ideas de moneda y sacerdocio.
Siempre allí colgado en su madero,
siempre enseñando el corazón con sus espinas,
multiplicando panes, multiplicando peces,
acercándose a niños, lavando fatigados pies.
Pero no a latigazos, no.
No le vemos sanando al criado del centurión,
no le vemos,
no vemos al centurión llorando su criado enfermo,
-llorando, criado, de rodillas implora…-
no vemos a ese Jesús que solo ve amor
y por lo tanto sana,
sana y bendice ese amor.
No lo vemos en las iglesias.
Nunca lo citan como ejemplo.
Sangre bondadosa de Jesús que nos redime
desde los santos escritos bendecidos
por el ojo eclesiástico que nos pastorea
para que no nos desmandemos y perdamos el redil.
Pasemos de puntillas por sus actos,
por alguno de ellos que podrían
ser malinterpretados
pues tanta es nuestra ignorancia de las cosas de Dios.
María Magdalena nunca tocó su pene,
esa es una verdad ex cátedra,
dogma de infalibilidad,
como que la Tierra es el centro del universo
y toda la creación gira a nuestro alrededor.

  Tomás Galindo ®

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