Estabas muerta


estabas muerta y tú sin enterarte
estabas muerta en cada calle
y en cada puerta que abrías
y muerta a cada gesto y las palabras
que se te anudaban a la garganta
mírate qué muerta
y qué mal llevas tu cadáver con la cazadora manchada de sangre
y la falda sucia de sentarte sobre alguna losa
y limpiándote las uñas con la llave
se te ha quedado la cara desencajada
no sé si en una risa
y con cara a la vez de hambre
y de no gustarte ningún plato
muerta
que llevas muerta ni se sabe el tiempo
y tú empeñada en asegurar
que sólo es una agonía larga
mira
se te han puesto los ojos de animal nocturno
de chucho de gacela
o algún otro igualmente asustadizo
se te han vaciado las órbitas y tienes
dos canicas de cristal oscuro sin brillos ni distancias
sin siquiera reflejar una estrella
mírate el pellejo
herido y lacerado
con viejos costurones y manchas descoloridas
como lomos de un libro demasiado leído
tus cueros de difunta
con más pezón que teta y la piel
apenas disfraz del esqueleto
de esos esqueletos pintados de carnaval que danzan borrachos en la madrugada
giran
desmayan
y caen
y tú hálito apenas
apenas el recuerdo de una foto vieja
apenas muerta ayer y hoy y esta madrugada
huyes y te tapas los oídos
rompes los espejos
y das vueltas y más vueltas
para que no te alcance la noticia

Tomás Galindo ©

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