Historias tontas V – Azúcar


Cuando yo era muy pequeño, pero muy pequeño mi abuelo me contaba cuentos que no eran cuentos, sino historias de viejos, de un pueblo lejano donde tení­a una mula y ovejas, que a mí­ me parecí­an animales fantásticos, mucho más que el perrito de la vecina de arriba o las palomas que vení­an a comer las migas que les echábamos en el parque. El abuelo sabí­a matar al mosquito que querí­a picarme y me poní­a mercromina en las rodillas cuando me caí­a, y soplaba y no me escocí­a. Por la noche me llevaba de la mano a la cama, me daba el vaso de leche y me arropaba. Una vez me vio metiendo el dedo en el azucarero y chupándomelo y se echó a reí­r. Entonces cogió una cuchara, la llenó de azúcar y me dijo -«Verás lo que voy a hacer», y abrió la ventana y ¡zas! lanzó al aire el azúcar y me dijo: -«¡Mira, mira!» Y yo miré al cielo y allí­ estaban todos los granitos de azúcar brillando en la noche arriba arriba. Abrí­ tanto la boca que se me cayó el chupete.

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