Estaba el maestro zen Marsupilami Brhamalapancha oyendo el piar de los pájaros,
a la sombra de una morera y meditando sobre la vida tras de la vida.
Entonces miró hacia arriba y divisó unos gusanos de seda alimentándose de las hojas de la morera.
El maestro bendijo al gusano de seda con estas palabras:
Oh, tú, el más humilde de los hermanos vivos.
Tú que en tu mansedumbre contienes el misterio de la belleza.
Tú que mueres para darnos las finas sedas de colores con las que cubirnos y adornar nuestros cuerpos.
Tú, humide gusano, eres en realidad nuestro maestro, ya que trabajas para que otros se beneficien de tu muerte.
En esto que uno de esos gusanos cayó sobre el cuenco de arroz bashmati con verduras que estaba comiendo,
y el maestro zen Marsupilami Brhamalapancha exclamó
¡Mecagüen la madre que te parió, bicho de mierda, que me has jodido la comida! Y se fue a un MacDonalds.
Moraleja, no te fíes de los filósofos, que algunos tienen un cuajo…
FhilosophOz.
Tomás Galindo ©
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