El zorro

Era mediodí­a y el sol pegaba fuerte por encima de los pinos. No debí­a estar caminado por el campo a esas horas y con ese calor. Me puse un pañuelo con cuatro nudos en la cabeza, como un paleta en un andamio y seguí­ por el camino polvoriento. Zumbaban todo tipo de amenazantes insectos a mi alrededor y habí­a en el ambiente un sonido de vida y de naturaleza, un sonido cómodo, que dejaba oí­r cualquier matiz, cualquier nuevo instrumento, cualquier eco.
Unos metros más adelante vi el rí­o, desde esta orilla no podí­a vadearlo, deberí­a ir más arriba o más abajo, pero la vista era bonita: el rí­o tras unos arbustos, donde me habí­a metido yo, con un agua verde y lenta, y al otro lado, una pequeña playa pedregosa, los altos álamos y una gentil zorrilla acercándose pizpireta al agua.
Coño… sí­, es un zorro. Caray, nunca habí­a visto un zorro así­, en el campo, al natural, sin una reja delante y un cartel. Con los arbustos no me ve, ni me huele, porque el viento viene de allí­. Seguramente irá a beber, con este calor… pero es raro, mira y mira y olisquea hacia los lados, se queda extrañamente quieto ¿tendrá una presa cerca? No puede ser, salvo que la presa sea un pez o una rana, está muy cerca del agua. Ahora se da la vuelta, mira en la gravilla, por entre los árboles, y coge algo del suelo con la boca… es una ramita. Qué raro, un zorro que coge una ramita del suelo con los dientes. Una ramita, como de un palmo de larga o poco más, con un par de hojitas secas en la punta ¿para qué la querrá? Decididamente esa raposa hace cosas raras. Me la quedo mirando, o me lo quedo mirando, según sea zorro o raposa, mientras sigue inspeccionando los alrededores, inquieto, desconfiado, con la rama en la boca. Se queda mirando hacia los árboles y retrocede por la playa de arenisca hasta llegar al borde del agua de espaldas, mojándose las patas traseras. ¿Algo le amenaza que le obliga a meterse en el agua de culo? ¿Y la ramita qué pinta? Es muy extraño todo esto: el zorrito va entrando poco a poco, muy lentamente en el lento fluir del rí­o, metiendo las patas traseras y la punta del rabo. Sí­, compruebo, que paso a paso y muy lentamente, se va metiendo en el agua de espaldas, sin dejar de mirar nervioso hacia los lados, y sosteniendo la ramita en la boca. Ya tiene las patas delanteras también en el agua, y las traseras casi enteramente mojadas, junto con el rabo. Si hay algo que le amenace entre los árboles, yo no lo veo, y el zorro sigue su marcha atrás, su lenta marcha atrás hacia el rí­o, ya le llega el agua al vientre y tiene las patas enteramente dentro del agua. Se estará refrescando, digo yo. Pero si fuera eso no estarí­a entrando de espaldas ¿tanto miedo tiene de algún potencial enemigo que le coja desprevenido? ¿Y por qué sostiene la ramita con los dientes? A lo tonto a lo tonto, ya lleva un ratito, ya, no parece tener prisa, va poquito a poco entrando, pasito a paso, dentro del agua, ya le llega por medio cuerpo, por el cuello incluso. El agua baja mansamente y no lo arrastra, el zorro sigue moviéndose con lentitud, ya medio nadando, se nota que dobla las patas para meterse más en el agua, evitando flotar, ya sólo tiene fuera del agua el cuello y la cabeza, y aun esto lo va mentiendo poco a poco dentro del rí­o. un minuto más tarde sólo le asoman del agua el hocico y los ojos. Y la puñetera ramica que no la suelta. Aguanta así­ un rato, por el movimiento que adivino, más que veo, de su cuerpo y sus patas, hace esfuerzos por mantenerse en el sitio y no nadar ni flotar, y ahora… ¡hop! ¡increible! ¡ha metido la cabeza enteramente dentro del agua ¡sólo se ve la ramita!
Y de repente, zas, sale corriendo como alma que lleva el diablo, perdiéndose entre los árboles, sin parar ni a sacudirse el pelaje, y sólo quedan de su presencia las ondas en el agua y la ramita flotando lentamente, mansamente, por el rí­o abajo.
Me doy cuenta de que me he meado en los zapatos, con esto de no quitarle ojo al condenado animal.
Algo me dice que me voy a volver mico tratando de desentrañar el sentido de toda esta historia zorruna, si es que lo tiene.

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