invernal

los vientos son un cuchillo
que se afila en las montañas
el mundo se ha vuelto blanco
enero está de colada
blanco blanco y sólo blanco
está la tierra bordada
en un pañuelo de lino
blanco de estrellas cuajadasIbón del balneario
y se visten marineros
el traje blanco de gala
abetos indiferentes
al peso de la nevada
campanitas de cristal
las agujas escarchadas
cantan su canción de lunaLa garganta del Diablo, yendo a Oza
a todo lo que descansa
perseguida por el zorro
como una bala de nata
cruza la perdiz nival
despavorida la estancia
no oirás sino el silencio
cayéndote sobre el almaEmbalse de Lanuza helado
inundándote de acero
sepultando tu mirada
escucha los abedules
reventándose las ramas
que en disparos de fusil
pavorosamente chascan
escucha con atención
escucha que no oyes nadaCascada de Sabiñánigo
ni el resuello del que acosa
ni el frenesí­ del que escapa
ni la lechuza que muda
aprendió a batir sus alas
en este silencio claro
portento que nada iguala
se celebran esponsales
entre la vida y la calmaMi calle
llevan sus trajes de novia
las peñas más escarpadas
sosteniéndoles las colas
está la fronda encantada
y las águilas las damas
siente la mano del frí­o
que salvaje te apuñala
siente cómo te penetra
poniéndote en la garganta

Mastí­n en Panticosaparedes frí­as de mármol
frentes muertas y enterradas
cadavéricas mejillas
rí­gidos dedos que bajan
sorprendiéndote la nuca
erizándote la espalda
siente cómo tu presencia
ni rompe la paz ni empaña
estas colinas de azúcar
entretejidas de hayas
estas crestas de infinita
espuma cristalizada
que provoca a tus sentidos
a percibir todo o nada
y asómbrate de la cierva
que desnuda está en su danza
permanentemente inquieta
eternamente asustada
haciendo locas piruetas
en su escena solitaria
mira que se mira el corzo
en el espejo de plata
que ha clavado en el arroyo
la diamantina cascada
torrente que se detuvo
para vestirse de nácar
el rí­o se ha vuelto senda
por la que suben y bajan
marcando su culebreo
el pespunte de sus patas
y mí­rale descender
de entre las cumbres más altas
en un pasmoso ejercicio
de cómo volar sin alas
yo también querrí­a ver
resucitar la alborada
oí­r a la primavera
con su levántate y anda
y quedarme a contemplar
a la floresta que aguarda
a que el milagroso abril
con una acuarela mansa
le pinte un millón de verdes
como un millón de esperanzas

T. Galindo ©

5 comments for “invernal

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