Ella y él estaban hechos el uno para el otro. Tenían los mismos gustos, las mismas aficiones, ambos eran jóvenes, decididos, inteligentes. Y guapos. Ella, una real hembra, rubia de ojos azules, piernas largas y bien torneadas y pecho exhuberante; él un morenazo con cuerpo de atleta, recio y viril. Tenían amigos comunes que, varias veces, intentaron juntarlos para que se conocieran, porque se hacían cruces acerca de las muchas similitudes de su carácter y lo bien que podían casar juntos, pero por una u otra razón ese encuentro siempre se frustraba. Los dos eran excelentes estudiantes, perseverantes, trabajadores, incansables en su quehacer; los dos tenían un genio vivo y eran muy despiertos. Ambos habían ganado una importante beca de investigación, cada uno en su campo y allí se conocieron, en el acto de presentación, durante el clásico vino español en la facultad. Sus amigos presumían que allí se iba a producir el flechazo. No les dijeron nada, prefirieron esperar a que saltara sin interferencias ajenas esa chispa que forzosamente tenía que brotar entre los dos apenas se conocieran.
Ambos se vieron de lejos y sí, él nunca había visto una mujer tan guapa ni con esa mirada inteligente; a ella él le pareció el hombre más atractivo que había visto nunca. Se miraron, se sonrieron, se acercaron, comenzaron a hablar y comenzaron a sentir un mutuo hechizo. Coincidían en todo, reían por las mismas cosas, demostraban interés por lo mismo. Ambos pensaban que el otro tenía la sonrisa más encantadora que jamás habían visto en nadie.
-Bueno, dime ¿cómo te llamas?
Preguntó él, tras un carraspeo y poniéndose nervioso por primera vez en la conversación. Ella, también dudó un poco, tragó saliva y dijo:
-Basilisa ¿y tú?
-Homobono.
Se miraron fijamente, hicieron ambos el mismo mohín de desprecio, dieron media vuelta y se fueron cada uno por su lado.
-«Será gilipollas… a reírse de su puta madre. Qué coñazo que siempre me saquen el chistecito de mi nombre, y parecía buena persona, para que te fíes…»- Y se alejaron pensando cada uno exactamente lo mismo del otro…
12 comments for “Tres historias tontas I”