50


Hoy vamos a hablar del 50. El 50 es un número muy bonito. Se escribe 50 pero se dice cincuenta. Tiene un cinco ¡como los dedos de la manita! y un cero que es como un sol o como un dónut: cinco (5) cero (0). Si tumbas el 5 hacia la izquierda parece una Vespa, en cambio si tumbas el cero ¡no pasa nada!. El 50 es un número muy conveniente, porque si no existiera, para decir 50 tendrí­as que escribir 11111111111111111111111111111111111111111111111111 ¡vaya latazo! El 50 es un número muy bonito, eso ya lo he dicho antes, ¡pero es que a mí­ me gusta tanto mi 50! ¡Viva el número 50! ¡Cincuenta, cincuenta, cincuentaaaaaa!

Vacaciones II (Asturias)

¡Ya estamos aquí­! O sea: en las Asturias. Qué bonito, qué lindo, qué vista desde la ventana del «Paraje del Asturcón», que es el hotelito donde nos hospedamos, justito encima de Ribadesella, que es eso que se ve al fondo con casitas y un cacho rí­o. Oh, ah, qué pradito donde triscar y corretear.

Pincha y verás

A las primeras de cambio nos vamos a visitar unos acantilados tremendos, cortantes, ventosos, qué miedo que pasamos, sobre todo la chucha. Y yo en plan explorador, posando para la inmortalidad.

Pincha y verás

Los muertos de este cementerio deben estar muy entretenidos, con tanta visita como tienen, y es que el paisaje de la rí­a con la marea baja, las gaviotas, la iglesia blanquita en medio de tanto verde y tanta arena, atraen. Un poco más allá una playa increible. En medio de un prado, y a trescientos metros del mar, una imagen inesperada, por una gruta rocosa emerge el mar, un pedacito de mar en medio del prado, con sus pequeñas olas y su marea. Una cala rodeada enteramente de vegetación, por los cuatro lados. Y el mar allá lejos. ¡Dónde se ha visto, un mar de bolsillo!

Pincha y verás Pincha y verás

Otro dí­a, otra playa, esta grande grande, con una marea que la hace extensí­sima. Ojo, hay peligro y ponen la bandera amarilla, la playa tienen muchos agujeros, pero unas olas ideales para los muchos practicantes de surf que pululan por ahí­. Y después nos vamos a un pueblecito colgado de un risco, para ver desde arriba los barcos en el puerto, en la bahí­a, a vista de gaviota. A la vuelta al hotel una nueva vista de Ribadesella tras una rica cena.

Pincha y verás Pincha y verás Pincha y verás

Tras tanto mar apetece algo de monte, aquí­ de eso hay mucho, afortunadamente. Si miras a un lado, mar; si miras a otro, los Picos de Europa. Visita obligada al rocón de la virgen, panorámica del Naranjo (el piedro de enmedio), y luego fuimos hasta por ahí­ por donde acaba la carretera, y nos encontramos este lindo puente allí­ donde se corta el paisaje en dirección sur.

Pincha y verás Pincha y verás

Más playas, una playa bellí­sima que con la marea alta se convierte en dos. Hicimos el primo y anduvimos media hora trepando por riscos y matojos para ir a la pequeña y encantadora playa de enfrente. Luego bajó la marea y las dos se conectaron y podí­as pasar de una a otra a pie enjuto (enjuto, sí­, yo es que soy muy leí­do). Entre montes, entre formaciones rocosas tremendas, pasamos un dí­a muy rico. Qué bonita era, caray. El cabezorro ese que asoma entre las aguas bajo el arco es un servidor de usté. Por allí­ me pareció ver a Su, pero no debí­a ser ella porque iba bien peinada.

Pincha y verás Pincha y verás Pincha y verás

Ribadesella, propiamente dicha, tiene una luz increible al atardecer. Al amanecer no sé, ni pienso, oiga.

Pincha y verás Pincha y verás

De esta playa ignota, perdida, a la que apenas puede llegarse, no enseño las fotos más jugosas porque no estamos presentables: aprovechando la ausencia de bañistas nos emporretamos y tomamos el sol y nos bañamos sin gastar meyba. Qué gustito andar con el pinganillo al aire. Después una visita a un monte desde el que se admiraba un paisaje hermosí­simo a los cuatro vientos, caballitos incluidos (relinchaba como llamando a su mamá, tiernamente). Y una porción de bosque sumido en la niebla que se nos echó encima.

Pincha y verás Pincha y verás Pincha y verás

Pero lo mejor, lo mejor, son esos prados que hacen que veas un cuadro cada vez que mires a cualquier parte. Nos encantó Asturias. Claro que volveremos, faltarí­a más, aunque sólo vea por ver a las yeguas amamantando a sus potrillos amorosamente. ¡Cómo no va a volver uno a un paí­s donde uno se hace su propio buzón, y el panadero pasa por ahí­ y te deja el pan tierno! Eso dice mucho y bueno de los indí­genas.

Pincha y verás Pincha y verás

Vacaciones I (por Galicia)

O sea, esto son unas vacaciones, que es eso de andar por ahí­ sin dar un palo al agua, engordando, quemándote, gastando sin sentido y encontrándote a la vecina enseñando las tetas y con tanga leopardo en una playa a mil kilómetros de su casa. Pues nosotros nos fuimos una semanita a Galicia, que esta que inmortalizo, en parte, aquí­; y otra a Asturias, que vendrá luego.

Este es el hotelito donde paramos, que es un sitio muy bonito y tranquilo, recomendable para retiros espirituales, para irse de adulterios discretos y para fotografiar ranas. Se llama «Pesquerí­a del Tambre» y queda cerquita de Noia, algo más abajo de Santiago de Compostela.

Pincha y verás

Tiene un laguito que forma la propia rí­a y que es así­n de lindo. Aquí­ fue donde me dijo que sí­, en esa orilla, con la luna rielando en sus calmas aguas y tal. Uno que es romántico.

Pincha y verás Pincha y verás

Un dí­a nos arrimamos a ver al santo. El cacho de pueblo viejo es molón, comimos frente a la Casa de la Troya, que me hizo mucha ilu.

Pincha y verás

Aquí­ es un poblado prehistórico de los que hay que acercarse a ver. Qué barbaridad, cómo viví­an aquellas gentes, se horroriza uno al ver el viento que habí­a en el lugar y el sitio tan poco indicado para cualquier cosa, menos para volar cometas.

Pincha y verás

Las playas, ah, las playas, que grandes, qué lindas, qué solitarias, qué calmosas, qué gustito andar por ellas sin el overbuquin mediterráneo, pisando mejillones y jugando con Linda, la chucha anfibia.

Pincha y verás Pincha y verás

¡Este pueblo sí­ que recuerdo cómo se llama! Es que vamos por ahí­ mirando cosas pero no apuntamos nada y luego resulta que ya habí­amos estado allí­ y en cambio nos dejamos de visitar otra cosa. Qué desastre de explorador. Yo nunca habrí­a encontrado al doctor Livingstone (ai supous).

Pincha y verás

Personajes tí­picos: la rianxeira, en peligro de multa de sanidad por vender peces en la acera; los gaiteros, que pululaban por las aceras dándole al sobaco; y las viejas chapoteantes diciéndose aquello de si yo tuviera cuarenta años menos también andarí­a en tetas como esas guarras de ahí­, que son unas guarras y unas impí­as, jesús jesús.

Más playas, playas que no falten, ahí­ andamos ambos practicando nuestro otro deporte favorito.

Pincha y verás Pincha y verás

¿Viajar? Así­ ¿conoces una manera mejor? Sí­, bueno, pero ahora no quedan esclavos que te transporten en silla de manos mientras te abanican. Ah, y un heladito de tanto en tanto.

Mañana más.

Volver (tango, con caí­da)


Ese torvo gesto, ese semblante.
Esa expresión de perro apaleado.
Ese mirar siniestro, atormentado.
Ese pecho vencido hacia adelante.
Ese paso cansino, vacilante.
Ese entrecejo fruncido y arrugado.
Esa sonrisa de anuro desinflado.
Ese aire de bronca y mal talante.
¿Hay un grave problema que le inquieta?
¿Simplemente será que está beodo?
¿O será que ha perdido la chaveta?
¿Qué le habrá trastornado de este modo?
¿Se habrá pillado un pelo en la bragueta?
Volvió de vacaciones. Eso es todo.
Tomás Galindo ®

no se puede leer en el tren


siempre llevo un libro en el tren
y acabo leyendo el paisaje
que pone renglones de desmonte con vallas comerciales
y las fachadas traseras e incógnitas de casas de vecinos
los nunca vistos paredones grises con ropa tendida
que son la cruz y el envés y el culo de algún barrio
cierro el libro dejando al héroe en lo más fragoroso de la escaramuza
porque los primeros chopos
se yerguen contra el azul
y hay que ver a ese campo de verde limón
qué bien le sientan las urracas
no sé en qué capí­tulo nombraban un rincón como aquél
casa blanca ceñida de encinas
con niñas y zarzas
con flores azules
y un penacho de humo
que como un dedo en el cielo señalara
he aquí­ un hogar
no sé en qué capí­tulo o en qué kilómetro
acabo de descubrir a mi compañera de asiento
tiene las piernas largamente descaradas de mi heroí­na
se las disfrazaba con el diario
por mucho que te disimules tras las gafas
te conozco jí­lari braun
tú eres la bibliotecaria salvaje
la intelectual apasionada que persigue su venganza
lanzas una mirada y se oye chisporrotear la carne abrasada
parece un campo el mar
de nubes y de alfalfa
con cuatro velas navegando
como cuatro cipreses
parece un mar reñido consigo mismo
que aquí­ se ataca y se levanta
allá se hunde y despereza
entre pinares pardos y olas de hierba
si le molesta el sol puedo correr la cortinilla
y el riesgo
de estar contigo a media luz
yo también prefiero
franco el horizonte y la sonrisa
ha pasado una estación de juguete
con un jefe de estación en miniatura
una madre con su hija que eran figurillas de belén
camiones cargados como de granos de arroz
coches movidos a resorte
bultos maletas cajones
todo de atrezzo
mi vecina ha ido al excusado
y justo en ese momento
he visto una sombra saltando de vagón en vagón por el techo
no hay duda
es ella
un rebaño
cuánto hací­a que no veí­a un rebaño
deberí­an recetarlo
doctor siento angustia
el trabajo me agobia
la rutina me aburre
el futuro me asusta
mi familia son extraños a una mesa
estoy estresado
pues váyase usted a ver un rebaño
y no vuelva hasta que sepa distinguir a cada oveja por su nombre
entre las colinas fluye el rí­o
manso y turbio de reflejos lentos
se miran álamos y juncos
cañas y matorral en sus aguas
ahora a la tarde
con el sol a la espalda
parece un vestido de lentejuelas que se ha puesto el monte
en los rápidos de la página 132
jí­lari está cautivadora
con el vestido empapado ceñido al cuerpo
los pezones trasparentándose en la blusa
apartándose el pelo húmedo del rostro
la muy coqueta aprovecha que la estoy mirando
para morderse el carnoso labio inferior
muñeca
tuviste suerte de que viniera el revisor
los boy scouts tan ridí­culos como siempre
ójala se les cague encima la bandada
monitor monitor tengo asco
a ver qué dice el manual
capí­tulo de precipitaciones letra m
tengo a yoni en plena balisada con los gángsters
cuando pasamos el túnel
este es un buen momento para enviar un mensaje
uy disculpe qué torpe
pardiez
qué gesto de cí­nica
qué ojos tan grandes
qué mirada tan dulce
qué dientes tan largos tienes
aprovechando lo deprisa que pasan los olivos
lo cerca que se ven las chimeneas
lo bien que huele a algún perfume con rosas y lavanda
me saltaré hasta las últimas páginas
pues algo me dice que al final el héroe se hace con la chica
y que al final del trayecto es muy posible
que pueda compartir el taxi con alguien
porque
oh casualidad
yo voy también en esa dirección
Tomás Galindo ®